Tras mi vida de burguesa en la parte norte de la ciudad, rodeada de gente francesa y con vidas "normales", donde las calles están limpias y en las calles no juegan los niños, paso al corazón de la ciudad, a la parte vieja donde los vecinos ponen "buena música" para que todos la escuchen y donde los niños pasan toda la tarde jugando debajo de mi ventana. Se respiran nuevos aires. Mi vida en Marsella da un giro de 360º, todo cambia otra vez de perspectiva, me gusta.
En estos momentos vuelvo a estar rodeada de gente conocida, Julian tendido en la cama con pose intelectual mirando la pantalla de su ordenador, yo en la mesa escribo con una tenue luz que alumbra el teclado, de fondo se oye el increible jazz de Gary Willis. Todo parece en calma, por fin unos momentos para mí alejada de las garras absorventes del loco amor francés.
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Me encanta todo, hermanita mía, desde el palacio del marido hasta tu bohemio rincón y, en especial, tu cartel para el puesto de fruta. :)
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